No puedo empezar esta «crónica» sin hacer nostálgica alusión a lo que para nosotros, los alumnos (sacerdotes y ex alumnos), suponía el celebrar la festividad de «nuestro querido y admirado San Vicente de Paúl». Hace de esto ya un buen «puñado de años», pero tengo un vivo y agradecido recuerdo de aquel solemne y grandioso 19 de julio. A pesar del fuerte calor, todo era espléndido… Era el «chupinazo» del comienzo de las vacaciones; era el día en el que los monaguillos se lucían, con sus mejores galas… Era día de contemplar muchas caras conocidas, otras importantes o distinguidas… Era realmente el día donde, el predicador, cuidadosamente seleccionado entre muchos y magníficos oradores, nos «soltaba» el sermón del año… Era un día completísimo donde el ágape, espiritual y gastronómico, se puntuaban con un alto excelente. Es más, con matrícula de honor…