HERMANO PACO BERBEGAL, C.M., Y SU LABOR EN SALAMANCA

HERMANO PACO BERBEGAL Y SU LABOR EN SALAMANCA
HERMANO PACO BERBEGAL

Salamanca es tierra de acogida. Desde los ilustres personajes que adornan sus plazas hasta los más de 20.000 estudiantes que cada curso dan vida a sus históricas calles. La capital salmantina también cobija cada año a casi un millón de turistas que disfrutan del patrimonio cultural y religioso a orillas del río Tormes.

La catedral, la Pontificia, la fachada de la universidad o la Casa de las Conchas son iconos reconocibles en todo el mundo. Pero Salamanca, porque es sabia y acogedora, también es incluyente. No esconde al diferente, sino que normaliza la convivencia y la diferencia.

Un ejemplo de inclusión en la diócesis de Salamanca lo encontramos a pocos minutos del centro histórico, en el vecino municipio de Santa Marta de Tormes. En un barrio rodeado de comercios y urbanizaciones se encuentra Ranquines. El centro de día de salud mental es un proyecto de toda la iglesia salmantina. Está coordinado por Cáritas Diocesana de Salamanca para acoger a personas con enfermedad mental que se encuentran en una situación de exclusión social.

El nombre de Ranquines no es casual; como la fecha en la que se bendijo, el 27 de septiembre de 2017, festividad de San Vicente de Paúl. «El padre de San Vicente era un hombre cojo». Una expresión antigua para decir que una persona es coja. Es decir, que una persona es renca. Que renquea. Entonces, en el pueblo de San Vicente, que es del sur de Francia, el apodo, el mote, de la familia de San Vicente era los Ranquines. Por su padre, que cojeaba, ¿no? Entonces, un poco en honor a San Vicente, nosotros decidimos ponerle al proyecto Ranquines. Pero eso lo unimos al tema de la salud mental. Nosotros siempre decimos: «Cualquiera, a lo largo de su vida, en esto de la salud mental, puede cojear». Igual que el padre de San Vicente. Y nos sirve un poco también como ese recurso pedagógico para normalizar también la enfermedad mental.

Ranquines es un proyecto solidario, un proyecto diocesano, que quiere coger un reclamo importante que hay en nuestra sociedad. Son las personas con enfermedad mental y que esa enfermedad mental les ha supuesto o les está suponiendo una marginación social. Están en la calle prácticamente. Estamos hablando de personas que padecen trastornos del ámbito de la psicosis, esquizofrenias, trastornos del ámbito del estado de ánimo como los trastornos bipolares, como la depresión, como los trastornos de la ansiedad.  Y, luego, también, aquellos trastornos de personalidad, que hay varios y diferentes. Esas serían un poco las personas, y, dentro esas personas, las que han acabado en situación de exclusióno de aislamiento.

El proyecto Ranquines se coordina desde el área de inclusión social de Cáritas. El centro de día nace a raíz de la asamblea diocesana celebrada en 2016 con una actitud misionera y en un contexto de crisis económica.

La iglesia de Salamanca siempre ha tenido un fuerte compromiso con la realidad de sufrimiento, de vulnerabilidad y de pobreza del territorio diocesano; siempre, a través de distintas instituciones. El organismo oficial de la iglesia diocesana es Cáritas. Decidimos desde el principio no hacerlo solos. Pensamos que paules y Cáritas no podíamos hacerlo solos; al menos, mantenerlo en el tiempo, y que sería bueno abrirlo a otras entidades. Empezamos una búsqueda, y en esa búsqueda y en ese discernimiento se sumaron hasta seis entidades más. Cuatro congregaciones religiosas, una parroquia y también la propia diócesis. Paco Berbegal es misionero paúl y hace un poco de todo. Además de psicólogo, es el coordinador del centro de día de salud mental. «Yo creo que si pensamos en toda España, un proyecto como Ranquines es necesario, porque la salud mental es una realidad poco atendida en este país y, concretamente, en Salamanca, porque tanto Cáritas como Cruz Roja, como otras entidades, hicimos un pequeño estudio y descubrimos que las personas que estaban con un problema de salud mental acababan muchas veces por falta de recursos en situación de mucha vulnerabilidad, de aislamiento social e incluso a veces en plena exclusión».

En el centro de día se les ofrece una atención integral y continuada a sus necesidades. También hacen un acompañamiento a los familiares de los usuarios. «Es guiarnos un poco hacia nosotros mismos. Es hacer un ejercicio de mirar hacia dentro. De pensamiento.

Uno de los objetivos del proyecto es romper el estigma social por el hecho de tener una enfermedad mental y ayudarles a que consigan una vivienda y un trabajo. A veces, te encuentras con vidas muy frágiles. Personas que se han dado cuenta a tiempo de que tienen necesidades especiales.

Nacho ha pasado de ser voluntario a usuario. Se jubiló hace dos años y empezó a colaborar en Ranquines porque quería ayudar en su tiempo libre. Lo que no se imaginaba es que iba a ser él quien necesitara ayuda. «Pues me trajo… Lo vi en una revista en una iglesia. Que se había inaugurado el proyecto Ranquines de salud mental. Y, entonces, digo: Ah, voy de voluntario allí». Y vine voluntario y, según iba pasando el tiempo, me di cuenta de que me identificaba más con los pacientes que con los voluntarios. ¿Por qué? Porque tengo trastorno bipolar. Entonces, en lugar de ayudar al centro, era el centro el que me ayudaba a mí. Y, luego, lo último. Los que forman el centro son mis padres, los pacientes, mis hermanos y el centro en sí, mi casa.

Un dato preocupante es que casi la mitad de las mujeres atendidas han sufrido malos tratos. Las secuelas aparecen después de la agresión, al cabo de los años, en forma de una enfermedad mental. «Yo tenía una depresión muy grande y había intentado suicidarme. Entonces, me metieron en Padre Damián y, luego, vine aquí directamente». Luisa tiene 50 años. Es de Salamanca y lleva poco tiempo acudiendo al centro de salud mental. Después de una mala racha empieza a notar mejoría gracias a los profesionales y voluntarios de Ranquines. Aunque los problemas no desaparecen, Luisa sigue soñando con la esperanza de un futuro mejor porque ya le toca ser feliz en la vida. «Trabajar. Trabajar y tener un pisito donde poder vivir y ayudar a mi madre en todo lo que pueda. En esa delgada línea de la salud mentalnadie está libre».

Tampoco en la vida consagrada. Mercedes es religiosa y sufre trastorno bipolar. Se dio cuenta a tiempo. La ayudaron y se dejó ayudar. Ahora es una voluntaria más que ayuda a los que la ayudan. «Al caer en una depresión pues, claro,  me vine muy abajo. Y eso fue un motivo que me llevó a buscar un centro donde completaran mi rehabilitación. Y, como digo, me lo aconsejaron. Esto acababa de empezar y aquí me integré. En febrero hizo un año que estoy aquí. Mercedes siempre ha sido la alegría de su comunidad religiosa. Esa alegría la está recuperando, entre otras cosas, gracias al descubrimiento de Ranquines. «No es difícil por mi condición religiosa y por mi condición de teresiana, que, como Teresa de Jesús, también fue una psicóloga y psiquiatra de su época».

«César estuvo el año pasado tres veces en la calle, sin techo. Gracias a Cáritas y otras asociaciones como Padre Damián, conoció Ranquines y consiguió salir adelante. «Bueno, mi historia fue un poco dura porque yo estaba en Ponferrada con un amigo. Vino un amigo y me metió en un autocar y llegué en 2012 aquí, con lo puesto. César sufre una depresión severa crónica. En su vida no siempre ha acertado en sus decisiones y eso le ha llevado a vivir en la calle. Ranquines fue su tabla de salvacióny la fe ha sido parte de la normalización. «Yo, cuando entré aquí, la fe la tenía un poco atrofiada, pero al ser acogido en un sitio tan sangrado y tan bien y tan humanamente, mi fe creció. Ahora estoy un momento muy dulce de mi vida. Muy feliz. Y aquí, gracias a los hermanos paules que nos han acogido y la gente de Cáritas, estamos a lo que estamos. A recuperarnos y a tener un sitio con un trato humano y un trato de persona».

El modelo asistencial de la salud mental ha evolucionado mucho en los últimos años. Se ha pasado de esconderlos a integrarlos a la luz de una comunidad. Nosotros siempre utilizamos un recurso pedagógico. Que es una cuerda, ¿no? Yo traigo aquí una pequeña cuerda, una pequeña soga, que está trenzada por otras cuerdas. Nosotros siempre decimos:»Si fortalecemos cada una de las cuerdas de esta soga, por mucho que tiremos, aunque haya una cuerda que esté rota, no se romperá». El problema es cuando una cuerda, en este caso, la física, la biológica, por la enfermedad mental, se ha deteriorado y se ha cortado. Si esa cuerda va afectandoa las otras dimensiones de la persona y se van rompiendo también, entonces sí. Si tiramos fuerte, tu vida se puede quebrar, ¿no? Y es donde las personas acaban en la calle, acaban dependiendo de sustancias, acaban solas… La idea es fortalecer todas las cuerdas para que tu vida no se quiebre.

«El centro Ranquines se ubica en el antiguo seminario de los paules. Lo construyeron en los años 50 del siglo pasado. Es tan grande que lo llaman el Pequeño Escorial. En sus mejores tiempos albergó hasta 270 seminaristas paules. Ahora sólo quedan dos. «Entonces, concretamente, en esta casa, el provincial me pide que busque qué hacemos con una parte de la casa que no está utilizada. Como nosotros ya colaborábamos con Cáritas, ofrecemos a Cáritas los espacios de esta casa para ver qué podemos hacer».

«En Ranquines tienen puesta su mirada en un pequeño huerto paradigma de sus vidas. Ellos son los que trabajan y limpian el terreno para sembrar. Tienen la esperanza de que nazcan buenos frutos».

Javi es un personaje muy querido desde el inicio del proyecto Ranquines. Es consciente de sus limitaciones. Tiene una enfermedad mental, que es la esquizofrenia. «Ahora me encuentro fenomenal. En esta vida mía buena me encuentro fenomenal. Al haber dejado los porros, y a no consumir drogas y estar haciendo ejercicio… Al estar haciendo ejercicio y estando aquí en este centro haciendo actividades y sin esas cosas malas, pues me encuentro bien. Con 44 años que tengo me encuentro bien de salud. Analíticas hace poco me he hecho. Me encuentro bien y estoy sano. Me encuentro fenomenal. Me encuentro en una época de mi vida en la que me encuentro bien». Acude todos los días al centro de día y es uno de los colaboradores más entusiastas para educar y normalizar la salud mental en colegios e institutos. Sus consejos son siempre en primera persona. «De mi vida yo les he contado consejos buenos. Que ellos me vean y se vean ellos. Que no se relacionen con gente que no les venga bien, que no se junten con gente mala porque las malas compañías son lo peor, porque al juntarse con malas compañías ya acechan hacer cosas malas, que no empiecen con los porros… Eso tiene consecuencias de… A l empezar con los porros, se va a otras cosas peores, y eso trae malas cosas. Y, como son jóvenes, como están en colegios, como en las puertas de los colegios se juntan personas que no vienen bien, se pueden encontrar con gente mala… Y buenos consejos les he dado en el coloquio al que he ido. Y también hacemos muchas actividades fuera del centro para mezclarnos con la gente y ver que no pasa nada, ¿no? Que somos personas totalmente normales y que podemos interactuar de forma… Lo mismo vamos al teatro, que vamos al cine, que vamos a una salida y a jugar al billar a algún lugar». Todo suma para encontrarse bien. El trabajo terapéutico se hace durante los cafés, los cigarros, los paseos y el deporte. Todas estas actividades no serían posibles sin el aporte y el buen hacer de los trabajadores y voluntarios.

Aitor, Andoni e Imanol son dos bilbaínos y un pamplonés que estudian Educación Social en Salamanca. Llevan desde comienzo de año colaborando con el centro de día de salud mental Ranquines. Vinieron por dos meses y llevan siete. «Vinimos y poco a poco se ha hecho una gran familia. Vienes y te preguntan: «¿Por qué no viniste el otro día?». Esa cercanía con ellos y ellos con nosotros sobre todo. El deporte es un hábito muy saludable. Ayuda muchísimo a estar físicamente bien. Al final, la salud mental y la salud física van unidas, y es importante tener bien estos parámetros de nuestras vidas. Repercute en ellos el hecho de salir un rato del centro o venir aquí. Aunque haya días que no sea tan agradable. Pero eso, que repercute en ellos y ellos mismos lo piden. Cuando faltas un día porque no podemos venir y tal, enseguida son ellos los que piden un poco de paseo o un poco de fútbol, porque les viene muy bien romper un poco esa rutina de estar en el centro.

El deporte es calidad de vida.Ya sabes el dicho: ‘Mens sana in corpore sano’. Y en Ranquines no van a ser menos. «¿Qué tal si proponemos si hacemos un equipo y entre centros hacemos un campeonato?». «Pues, venga, vale». Venga, vamos, chavales. (A LA VEZ) ¡Uno, dos y tres! ¡Ranquines! Pues me vino bien. Digo: «Yo quiero jugar». Y estoy contento. Se me da un poco regular. Bueno, no se me da mal.

Unas 17 personas colaboran con el centro ayudando en la acogida y en las tareas del día a día. «Estoy acompañándolos. Les pongo la merienda, si hace falta revisar si hay lavadoras para lavar… Cosas así. Y es lo que hago. Y, sobre todo, acompañarlos y escucharlos. Es lo más importante para mí».

Conocí el proyecto Ranquinesa través de la parroquia de Santa Marta. Me comentaron el proyecto que había, me pareció una idea fenomenal y me vine el día de la presentación. Cuando nos presentaron a la casa entera, pues estuve. Oí a Paco, me gustó mucho y desde entonces estoy aquí. Desde hace un año y dos meses.

En los talleres del centro de día reciben formación y trabajan sus habilidades cognitivas en un ambiente acogedor. Buscan la motivación y el interés de los participantes. «Vamos a hacer varias casas, ¿eh? Tenemos que tener, yo pienso, un sentimiento de colaboración de todos, ¿vale?»

Aurora es jesuitina y sabe que con muy poco se puede hacer mucho. Dirige un taller ocupacional de manualidades. Ya están preparando el belén. «Te va a quedar muy bonito, ¿eh? Muy bonito». Los participantes en este décimo abrazo solidario a esta Plaza Mayor del mundo. No podemos resignarnos al hecho de que la mitad de la humanidad sufra de hambre. «Durante los días que estuvimos grabando por Salamanca tuvimos ocasión de participar en el abrazo a la Plaza Mayor que organiza cada año Manos Unidas para sensibilizar de que otro mundo más justo es posible. Este año se ha aprovechado para organizar una jornada de convivencia desde el área de inclusión de Cáritas y el tiempo no ha impedido la marcha a pie. «Vamos a comenzar la marcha hacia los paules. Tened cuidado de que la gente no salga de las aceras, ¿vale?» Llegan a Ranquines para continuar con la celebración. Una comida en familia donde comparten, además del pan, sus vidas y muchas risas.

En Ranquines aprenden a ser felices a pesar de los momentos grises. Aquí se respira compromiso, amistad, integración y el derribo de tabúes, elementos esenciales  para romper la barrera del estigma social que aún ve a estas personas como violentas o peligrosas para trabajar.

Las personas, como nos pasa a todos, somos distintas. Hay muchos tipos de enfermedad mental y hay muchos tipos de afectación, y cada persona lo vive de una manera y lo trabaja y lo lleva a la forma personal, ¿no?

Luego estaría el problema de la vivienda. Por un lado, las personas tienen una pensión normalmente baja y ya es difícil acceder a una vivienda y cubrir los gastos de la vida ordinaria. Además, en Salamanca, por la realidad de los estudiantes, los alquileres son bastante caros y bastante centrados en la temporada del curso escolar. Entonces, muchas veces, aunque las personas quieran, no tienen acceso.

El centro de día de salud mental cuenta con apenas dos años de vida, pero con una vocación a largo plazo. Cuando soñaron el proyecto, soñaron en grande, porque esa parte sí que es gratis. «Nosotros soñamos con un centro de día, con el que llevamos año y medio en funcionamiento; soñamos también con una minirresidencia y una tercera fase del proyecto que serían pisos. Pisos un poco acompañados, tutelados, de distintos perfiles de personas, para alguna familia, para hombres, para… Y donde las personas pudieran vivir lo más autónomas posible e integradas en un barrio cualquiera. Ese es nuestro sueño. No está todo hecho. Con esto hay que ir año por año, fase por fase y logro por logro. Ir bien es una cosa a la que dedicamos esfuerzos y empeños, y puede ser una cosa interesante de seguir en el futuro».

En Ranquines siembran esperanza para recoger ilusión porque hacer el bien hace bien y nos hace bien a todos. «El tema de la pobreza y el tema de la exclusión no es un tema de falta de recursos. Es un problema de dignidad humana. Recursos hay. A las personas hay que hacerlas partícipes de su propia dignidad. Por lo tanto, lo que el Papa Francisco dice últimamente… refiriéndose a la problemática de inmigrantes, utiliza cuatro verbos: «acoger», «promover», «integrar» y «promocionar». Eso hay que aplicarlo a cualquier problemática social. Este es uno de los objetivos no solamente del proyecto Ranquines por ser el último, sino de cualquier proyecto de Cáritas aunque no sea a través de centros. El esfuerzo es incluirlos en la sociedad.  Es decir, que no sean personas que por circunstancias personales, por su pasado e incluso su presente puedan vivir excluidos y en marginación. El área de inclusión pretende, a través de distintos proyectos y de distintos recursos, dignificar a las personas para que éstas puedan vivir absolutamente incluidas en sociedad. Lo que queremos es la camisa de fuerza que nos ponen reventarla y ser humanos.

«En el futuro y en la mente de Ranquines se vislumbran más luces que sombras. La iglesia católica de Salamanca con Cáritas Diocesana a la cabeza ha trenzado sus vidas con el proyecto para evitar que las personas se rompan. Han puesto empeño, vida y corazón para incluirles a todos con paso firme y sin renquear.»

 

BIOGRAFÍA DE SAN VICENTE DE PAÚL (P. VEREMUNDO PARDO, C.M.).

BIOGRAFÍA DE SAN VICENTE DE PAÚL
BIOGRAFÍA DE SAN VICENTE DE PAÚL

Es el comienzo del siglo XVII en Francia, donde ha de actuar Vicente de Paúl, un hervidero de ideas, de pasiones religiosas y políticas, de ensayos doctrinales y organizados. El cardenal Bérulle introduce en Francia las carmelitas, funda la Congregación del Oratorio para formar una selección de sacerdotes, y «naturaliza» en Francia las corrientes místicas de Alemania, España e Italia.

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