PERE BORGUNY, BREVE BIOGRAFÍA

BREVE BIOGRAFÍA DE PEDRO

BORGUNY (1628-1654)

 

 

“¿A qué esperáis? No obedeceré nunca a lo mandado por el rey. Yo haré caso de la Ley dada a nuestros padres. Y tú, que has inventado todas las desgracias, no escaparás de las manos de Dios”. (Macabeus, 7, 30-31)

 

Así, con la valentía que da la fuerza de la fe, ofrendaba su vida en la hoguera el joven mallorquín Pedro Borguny Castelló. No fue su fuerza, si no la de Dios la que puso en sus labios semejantes palabras a las del hermano menor de los Macabeos.

 

Nació Pedro Borguny y Castelló el día 16 de mayo de 1628, en el barrio antiguo de Palma, cerca de la parroquia de Santa Eulalia donde sería bautizado el mismo día[1]. Fueron sus padres Pedro Borguny y Magdalena Castelló[2], de fe arraigada y buenas costumbres. Estos se preocuparon de que recibiera pronto el sacramento de la Confirmación, el día 18 de junio de 1629, de manos del entonces Obispo de Mallorca D. Baltasar de Borja[3].

La educación de Pedro iba acorde con la formación religiosa de sus padres, que junto a su posición social querían hacer del niño un hombre de bien, proporcionándole los saberes de la época al tiempo que le iniciaban en la fabricación y mercado de tejidos.

A la edad de ocho años murió su madre; golpe duro para cualquier familia y más para un niño de tan corta edad. Se puede afirmar que esto afectó al carácter de Pedro, que no era compensado con el segundo matrimonio de su padre y la llegada de otros hermanos. La adolescencia de Pedro no era modélica; sus ansias de libertad y de independencia le llevaron a buscar amigos con parecidas aspiraciones. Fue siempre fiel a los pactos de amistad, con tendencia a defender el honor de sus amigos a costa de su propia vida y reputación.

Llevado por sus ímpetus juveniles, buscó cómplices para salir de la isla. Del muelle de Palma salían barcos, con mucha frecuencia, para defender sus mercancías y sus manufacturas, cruzando el mediterráneo con el peligro de ser apresados por piratas argelinos, terror de los navegantes. Pedro y sus amigos zarparon de Palma en “la Dama”, navío del patrón Garí[4]. Atrás quedaba la familia con el dolor y la impotencia para atraer a su hijo por mejor camino. Contaba Pedro con  15 o 16 años; temprana edad para semejante aventura. La mala suerte jugó en su contra ya que a poco de navegar toda la tripulación era apresada y conducida a Argel.

Esta ciudad era tristemente conocida por su barbarie. A la fanática adhesión a la religión musulmana, se unía la ambición y el deseo de tener a su servicio a los esclavos capturados en sus travesías. La mercancía humana era objeto de vejaciones y malos tratos. Al esclavo cristiano se le trataba de “perro”, “judío”, “infiel” y toda serie de insultos siempre humillantes. Las palizas eran frecuentes, la comida escasa y las enfermedades acampaban por sus fueros en aquellas mazmorras llamadas “baños”[5], donde la muerte se veía como una liberación, buscada, en muchas ocasiones, con penosos suicidios. “Se contaban por cientos los que morían anualmente por los golpes que recibían, por falta de alimento o de aflicción y tristeza”[6]

La situación de los esclavos de Argel era un clamor para muchos estados europeos, que se veían incapaces de ejercer un comercio libre por el mediterráneo. Francia y España vieron como aumentaba el número de súbditos apresados y torturados. Las Congregaciones Religiosas redentoras de cautivos, como fue el caso de los Mercedarios, no daban abasto a la redención por las fuertes cantidades de dinero que exigía el Dey[7].

 

San Vicente de Paúl, favorecido por el rey de Francia, Luis XIII y la duquesa de Aguillon, fundó una casa en Argel en 1646; allí mandó a varios de sus misioneros para asistir a los pobres esclavos. Uno de ellos fue el P. Felipe Le Vacher; desempeñaba el cargo de Vicario General Apostólico de la Santa Sede, gracia que solicitó el mismo San Vicente, escribiendo a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide[8].  Este cargo no le libraba de los peligros, aunque gozaba de cierta inmunidad y libertad de culto. Su labor pastoral más intensa la vivía en los “baños”, donde celebraba la eucaristía y el Sacramento de la Reconciliación.

 

És un home que treballa sense parar. Us he de dir que a la Pasqua passada, veient que només tenia vuit dies per atendre a aquella pobres gent, i que no podia fer moltes coses en poc temps, es va tancar amb ells als banys on passà aquells vuit dies treballant de nit i de dia, descansant molt poc i exposant la seva vida per assistir els seus germans.”. (S. Vicente de Paül als seus missioners, 12 de setembre de 1655)

 

Era la manera de vivir  y avivar la fe de aquellos cristianos que no se rendían a las exigencias y provocaciones para apostatar de la religión católica. Aunque no faltaron renegados que, experimentando su mal vivir lo hacían  por supervivencia y para ser mejor vistos por los musulmanes; “en 1654los renegados  pasaban de 30.000”[9]

La correspondencia cruzada entre San Vicente de Paúl y sus misioneros, son lo bastante elocuentes para intuir la grave situación por la que pasaban éstos en el desempeño de su misión. El mismo rey de Francia, Luis XIV tuvo que intervenir para que se tratara mejor al Hermano Barreau y al P. Le Vacher:

 

“Il·lustre i Magnífic Senyor Bajà d’Argel:

Els Senyors Barreau, Cònsol i Le vacher, sacerdot de la Missió  a dit país, ens han presentat queixes relatives a les mesures que es prenent contínuament contra d’ells ; escrivim aquesta carta per demanar-li, de manera especial, que eviti aquest tipus d’injustícia I que empari a dit senyors Barreau I Le Vacher, en l’exercici dels seus càrrecs”.

  

París, a 7 de maig de 1656[10]

 

Resaltamos la figura de Le Vacher, por el importante papel que desempeñó en el  martirio de Pedro Borguny y en las gestiones posteriores realizadas en Argel y a su llegada a París.

 

Durante tres años estuvo Pedro en Argel, siendo vendido y revendido, pasando de un amo a otro, a cual más feroz. Su padre, al fin padre, tuvo ocasión de gestionar su rescate. Por 480 pesos volvería su hijo a Mallorca. Pedro andaba por los 20 años. Su padre le buscó, según la costumbre de entonces, una buena mujer para que la tomara por esposa. Intentaba con ello la serenidad de su hijo y que empezara una vida normalizada, de acuerdo con su estatus familiar y sus sanas costumbres. A Pedro le gustaba decidir por sí mismo. Se buscó a una joven que amaba, Catalina Vic, y se casó con ella, el 28 de febrero de 1658[11], rechazando la que le había preparado su padre.

 

Duró poco su felicidad ya que  Catalina moría, pasados dos años, sin descendencia. Era un golpe más en la vida del joven, que parecía destinada a la desventura. En su soledad busca amigos, aquellos confidentes a los que defendería ante cualquier deshonor. Así era la calidad de su amistad y que no tardó en demostrarla: “Un napolità que residia a Palma va ofendre  un amic seu. Pere se li encarà, arribant a més que paraules. El napolità el va ferir prop del cor; va estar a punt de morir; entrà sagnant a l’església de Santa Eulàlia on va ser atès,, rebent el Sagrament dels malalts. Va millorar de les seves ferides i sortí de casa per  venjar-se, disparant al napolità; no li va ferir però el fet era greu i la Justícia de Palma li desterrà.”[12].

 

Borguny sale de Palma, dejando a su padre en la angustia. El primogénito, a quien tanto amaba, se les escapaba de nuevo de las manos. Marcha hacia Valencia. Allí intentó rehacer su vida mercadeando tejidos por las ciudades próximas al mediterráneo. Sabía bien que cerca de Orán, plaza española en ese entonces[13], tenía amigos mallorquines prisioneros. Se acercó a Orán para prometerles ayuda, en cuanto tuviera dinero. Y se volvió a Valencia. No tardó en salir de nuevo para Orán; última travesía mediterránea ya que fue hecho prisionero de nuevo. Conducido a Tremecen, antigua ciudad de gran tráfico mercantil, entraba de nuevo en el vejatorio mercado de esclavos. Fue vendido y llevado, otra vez, a Argel. Allí sería vendido de nuevo, hasta cinco veces.

Frecuentaba los “baños”; estos eran su casa, o mejor su tumba en vida, dadas las condiciones en que allí se malvivía; pero era el lugar común de encuentro con sus amigos mallorquines y otros esclavos como él. La desesperanza por la falta de libertad y la dureza de los trabajos, rompía, en ocasiones, la buena armonía entre ellos. Una noche se enzarzó Pedro con otro esclavo,  y le hirió con una herramienta. Al saberlo el erraez, su amo,  entró en cólera ya que había de pagar al amo del herido las curas y el coste del trabajo sin hacer. Después de los doscientos latigazos de rigor, le amenazó con enviarlo a Constantinopla, ciudad donde no era posible el rescate ya que las Órdenes Religiosas, Redentoras de cautivos, no habían podido firmar convenios con el Gran Señor.

La palabra Constantinopla era sinónima de muerte en vida, de desesperanza. Así lo escribía Cervantes en sus Sátiras al Gran Señor: “… en perpetuo captiveri, pateixen mort viva a las torres de Constantinopla, sense  esperança de rescat, per l’arrogància d’aquella supèrbia majestat, que té por indecent el preu dels esclaus, i, por plebea, la celestial virtut de la misericòrdia”.

 

Pedro entra en una crisis vital. ¿Cómo ir a Constantinopla, cuando piensa que algún día podrá ser libre? Se le ocurre una solución: se presenta al Dey para pedirle que su amo no le mande a las galeras del Gran Señor. El Dey le escucha con aire de complacencia y le responde: “Poco puedo hacer por ti si sigues siendo cristiano; acepta la ley de Mahoma y serás feliz; si no lo haces serás un desgraciado por toda tu vida”[14]. El joven cae en la trampa: acepta el birrete y las insignias del musulmán y pronuncia las frases de rigor que le convertirían en un seguidor de Mahoma. A la vista de todos sus compañeros era un renegado más. Quizá sería mejor tratado por su amo pero nunca libre.

Día triste para sus compañeros al ver un cambio tan repentino en Pedro; él, tan radical en sus convicciones andaba por las calles presumiendo de turco. Día triste para Pedro que comienza a experimentar el alejamiento de sus compañeros. Nunca se había sentido tan solo. La crisis interior no se hizo esperar; la apostasía se le convirtió en tormento para su  conciencia; él tan valiente, comienza a sentirse frágil, pecador.

Buscaba insistentemente a sus compañeros para explicarse, para autojustificarse, para, de alguna manera, empezar a descargar la angustia que llevaba en su alma. “¿Por qué huís de mi, hermanos tan queridos? ¿Por qué me dejáis solo con tanto desdén? Conocéis a mi padre y a mi madre; la fe y religión que profesan; doy testimonio y de ésta juro que, con la ayuda de Dios, yo la profesaré hasta la muerte. Pequé, lo confieso, pequé; conozco mi delito; me oprime su peso; no fue por gusto ni por odio a Cristo, ni por desprecio a la fe, si no que me impulsaba el ansia de no perder la libertad, como cometí semejante atrocidad; ahora lo maldigo y aborrezco. ¡Ojala me creáis!, aun viéndome con estas ropas, que de corazón soy cristiano y no otra cosa. Por lo que os suplico que no me rechacéis”[15].

Pedro no descartaba la huida a tierra de cristianos en cuanto se le  presentara alguna ocasión. Sabía que en España le esperaba el tribunal de la Inquisición; pero eso no era obstáculo para su afán de salir de Argel. Parecía allanársele el camino cuando su amo preparó un corso por el mediterráneo y le llevó como timonel. Comunicó a sus compañeros esclavos la idea de dirigir la nave hacia Cádiz, mientras dormía su amo. Descubierta su intención, tuvo ya la dura recompensa en el mismo navío: doscientos palos en las plantas de los pies y la amenaza de que sería quemado vivo en la hoguera. Esto no hizo mella en el joven que en ese mismo momento vio la oportunidad de confesar públicamente su condición de cristiano no importándole la muerte, antes al contrario, veía que era la manera más sublime de redimir su pecado y de expresar su amor a Jesucristo.

 

Llegó la nave al puerto de Argel el 25 de agosto. Tan pronto saltó a tierra, Pedro se encontró con algunos amigos y les dijo que ya no era musulmán si no cristiano, que le encomendasen a Dios, de verdad, porque sabía que en breve le quemarían vivo; que deseaba hacer confesión pública de su condición de cristiano. Aquella misma noche su amo le llevó al Dey, narrándole todo lo sucedido. El Dey trató de convencerle con halagos para que no cometiera el error de volverse atrás; que se hiciese mirar por algún médico para ver si tenía algún mal mental o estaba bajo los efectos del vino. A todo ello respondió el joven con la mayor entereza: “No te puedo dar las gracias por haberme inducido a tan gran pecado; nunca he estado tan lúcido como ahora y por lo del vino, soy más bien de agua”[16].

 

Había llegado para Pedro Borguny la hora de Dios. De aventurero y apóstata, pasa a ser un apóstol de la Religión Católica. Los pocos días que mediaron hasta que fue martirizado, no cesó de publicar su condición de cristiano, su amor a Jesucristo y el deseo ardiente de poder dar la vida en defensa de su Credo. “No temo a la muerte –decía a Antonio Già mallorquín y compañero de esclavitud- te pido una única cosa que no me negarás y es que cuando haya muerto, recoge parte de mis cenizas y llévalas a mis padres a Mallorca, con un escrito donde declares  que por defender la fe católica di de buen grado mi vida en las llamas en Argel”[17].

 

A partir de este momento, aprovecha cualquier ocasión para entrar dentro de sí y prepararse para la muerte. En los “baños”, pidió a sus compañeros que le buscasen un confesor; avisaron a un franciscano portugués, que se excusó diciendo que como se trataba de un rengado, no tenía jurisdicción para absolverle. Pedro entendió que, cual el otro Pedro de Galilea, había negado a su maestro y que eso y más merecía por su pecado; y se puso en manos de Dios, pidiendo su misericordia. Hacía frecuentes plegarias a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a San Pedro.

 

Llegó el día 30 de agosto de 1654. Muy temprano fue llevado a la Duana[18], lugar donde se administraba la justicia. Allí, ante el Dey, volvió a hacer pública confesión de la ley de Jesucristo. Ya no había tiempo para escuchar los halagos y las promesas. Tuvo la valentía de aquellos primeros mártires de la Iglesia, desafiando la altanería de quien se creía amo y señor de su conciencia. “Llençà el turbant per terra i el trepitjà tot dient: aquesta és la insígnia que em vas donar quan jo, com sec dins la meva passió, vaig caure com un miserable, com ovella perduda, girant l’esquena a les obligacions del verdader cristià  les quals vaig professar al rebre el sant baptisme”[19].

 

Todos los de la Duana levantaron la voz, diciendo: “Abruja, abruja vivo”. Y el Dey dictó la sentencia: Pedro Borguny sería quemado vivo en la hoguera. El joven recibía la sentencia con expresión de gozo en el rostro.

 

Cargado con un madero, donde sería atado en el lugar del sacrificio, y con una cadena al cuello, comienza el duro camino, lleno de voces que le maldecían, de manos que le golpeaban y estiraban de la barba hasta arrancarle la piel … y de algunos cristianos que, miedosos y compadecidos, trataban de acompañarle en su entrega generosa. Dos testigos de excepción presenciaron la comitiva: Fray Ignacio Vidondo y Fray Esteva, mercedarios, que no pudiendo decirle nada por prudencia y temor a ser castigados, le encomendaron a la Santísima Virgen. Vidondo, relataría los hechos en su libro “El Espejo Católico”, publicado en Pamplona en 1658 y que es citado varias veces en  esta breve biografía.

 

Asegurado el palo en tierra, se ató al joven con cuerdas. Había expectación entre la multitud que aguardaba en el cementerio judío. Todo estaba a punto: la leña, el cebo, el alquitrán, las piedras y las mofas… A unos 20 pasos se sitúa el P. Felipe Le Vacher; no tuvo miedo, nunca lo tuvo, pues según San Vicente “evitaba poco los peligros[20]…”  De su pluma sabemos todos los detalles del martirio. Escribió un relato que enviaría a Roma en enero de 1655, a los 5 meses de la muerte de Borguny. Leemos:

 

“Yo, con mucho gusto  hubiera querido acompañarle en el camino hacia el martirio; fui, mas no llevado por la curiosidad, a un sitio donde presenciar su paso y poder absolverle de la excomunión y demás pecados, según él había pedido. Llegué algo tarde, justo según pasaba. Estimando que lo pedía mi ministerio, estos es, no dejarle así cuando su vida así periclitaba, es el caso que, a impulsos de algo que no me explico, le seguí hasta el lugar del martirio, contra el sentir y el querer de algunos cristianos; allí fui testigo ocular de su constancia en soportar los tormentos y trabajos. Vi como, atadas atrás las manos en el cementerio de los judíos, la cara vuelta al oeste, los verdugos le amarraban estrechamente con sogas en un poste fijado al suelo. Vi serle quitada la cadena del cuello; como le rodeaban éste de ramitas y astillas muy menudas; y en fin, como le prendieron el fuego que le abrasaría. Entonces, a no mucha distancia de él, al contemplar la constancia admirable con que soportaba sus penalidades por el nombre de Cristo y en defensa de la fe, le absolví, primero de la excomunión y luego de sus pecados”[21].

 

Pedro Borguny y Castelló, con el rostro sereno y confortado con la absolución fue desgranado plegarias a Jesucristo y a la Santísima Virgen. Comenzó a rezar el Credo… no lo pudo acabar porque su cuerpo caía “victorioso” sobre aquellas llamas que le iban consumiendo.

 

Antonio Già se acercó para cortarle una mano y llevarla a Mallorca como el joven mártir le había pedido. No hizo falta el cuchillo; la mano se desprendió por sí sola. Aquel cuerpo, pasaba a ser patrimonio de los cristianos, que a duras penas y exponiendo sus vidas, lo recogieron y lo enterraron en el cementerio cristiano, para luego ser recogido en una caja y custodiado en la casa de Felipe Le Vacher.

 

No había que perder tiempo. El Misionero reúne a los amigos de Borguny y, ante ellos, redacta los datos biográficos que le dictaban y los hechos ocurridos en Argel (Anno Domini 1654, Calendis ipsius septembris). Este escrito se transformó en Documento oficial y se envió a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide en febrero de 1655. Iba firmado por: Felipe Le Vacher, Sacerdote de la Misión, Vicario Apostólico General de Argel, Miguel Roca, Antonio Già, Miguel Beltrán, Andrés Poquet y Juan Cloquell.

 

LA HISTORIA DE LAS RELIQUIAS.

 

La mano del mártir fue llevada a Mallorca en 1655 cuando regresó, libre, Antonio Già.  Éste mandó pintar un cuadro con la figura de Pedro Borguny entres las llamas, amén de otras escenas relativas al entorno de Argel. Ese cuadro se conserva en la casa de D. Juan Cabot y Picornell, descendiente de los navegantes  Già[22]

El cuerpo, debidamente  embalado, fue llevado por el P. Le Vacher a París y entregado a su Fundador Vicente de Paúl. Junto al cuerpo del joven llevaba un dibujo topográfico del lugar del martirio, realizado por Bonuallot, esclavo francés que presenció el martirio, y una copia del relato que se envió a Roma. San Vicente ya sabía, por carta de Argel, lo que había pasado con el joven mallorquín, y no dudó en proponerlo a sus compañeros como ejemplo de fortaleza y amor a Jesucristo.  Recibió con suma alegría y respeto la reliquias del Borguny y mandó hacer una urna para colocarlas dignamente en la sacristía de San Lázaro, lugar donde él vivía.

 

Cerca del siglo (93 años) estuvieron las reliquias en París. Al ser solicitadas en Palma por los Padres Paúles, el Obispado y el Ayuntamiento, el Superior General Luis Debras[23], autorizó el traslado a Palma, donde llegaron el 13 de septiembre de 1750. La caja, venía lacrada y en su interior una relación minuciosa de los restos. Siendo abierta para su verificación el 3 de noviembre de 1751, se halló todo según la relación venida de París[24].

Desde entonces, a excepción del tiempo que estuvieron entre el Ayuntamiento y la Seo (1736 a 1753), por la exclaustración de los Padres de la Casa Misión de Palma, permanecen en ésta, custodiadas con esmero y respeto, a la espera de que la Iglesia se manifieste, reconociendo la muerte de Pedro como una entrega total a Dios, martirizado a causa de la fe.

Por motivos de seguridad y respeto a las venerables reliquias, se han llevado a cabo cuatro reconocimientos: 1751, 1914, 1938 y 1994, constatándose en todas las actas la correspondencia con la relación llegada de París en 1750. Cualquier modificación, tanto en la caja exterior, como en la interior o urna donde se guardan las reliquias, ha sido objeto de preocupación y celo; ese es el motivo de tantos reconocimientos.

 

Los restos de la mano del mártir, fueron pasando entre los miembros de su familia. En 1780 ya faltaban huesos ya que “frecuentemente han ido sacando fragmentos para contentar a muchos devotos”[25]. En 1954 la reliquia estaba custodiada por Doña María de las Mercedes Mir Mercadal, enseñando ella misma la cajita donde se guarda y explicando cómo había recibido el legado de su padre por ser ella la mayor de la familia. Y que así mismo lo haría con  hijo mayor.

 

FAMA DE MARTIRIO

 

Para hablar de “fama de martirio”, hemos de remitirnos a los hechos sucedidos en Argel, a la narración de los testigos presenciales, a la petición del P. Le  Vacher a Roma, rogando a los Cardenales que mirasen ese hecho como un verdadero martirio y, a ciertas promesas cumplidas, hechas por el mártir a sus amigos. “Seréis liberados pronto”; y a Antonio Già: Si cumples con llevar parte de mis cenizas a palma, serás liberado pronto y ni tu, ni tu familia correrán peligro  mientras sean navegantes.

 

Tenemos en san Vicente de Paúl un testimonio de excepción. En carta escrita a un Misionero Carlos Ozenne el 19 de marzo de 1655 le dice entre otras cosas: “…les decía unos días antes a sus compañeros, hablándoles de su resolución, que temía y había temido siempre la muerte, pero que sentía cierta confianza en su espíritu que le hacía esperar la fuerza del martirio… Que é nos conceda la gracia de aumentar nuestra fe y nuestra esperanza en Dios, en las ocasiones de morir en su servicio”. Y a modo de postdata añade: “Pensaba escribir a la Reina[26] lo de este bienaventurado mártir, pero no he tenido tiempo. Haga el favor de decírselo usted”[27]

Y, dirigiéndose  a sus misioneros en una de sus reflexiones, les decía entres otras cosas: “Esto es ser cristiano; ese es el coraje que hemos de tener para sufrir y para morir, si es preciso, por Jesucristo. Pidámosle esta gracia y roguemos a este santo joven que la pida para nosotros[28].

 

Con la llegada de los esclavos de Argel, fue creciendo en Palma la creencia de que Pedro era un verdadero mártir; corrían noticias sobre los favores que se recibían de Dios al pedírselos por intercesión del joven. Los marineros se sentían protegidos cuando invocaban el nombre del mártir, como veremos más adelante al narrar algunos signos recogidos por la tradición o narrados personalmente.

 

Llegadas las reliquias a Palma, y ser reconocidas, se distribuyeron algunas partículas para devoción particular de los testigos allí presentes. La fama de martirio fue creciendo a la par del interés que ponían las autoridades religiosas y civiles para iniciar el proceso de beatificación. Palma entera, clamaba porque no se retrasara dicho proceso, que fue abierto, por primera vez, el día 1 de enero de 1680.

 

BREVE HISTORIA DEL PROCESO DE BEATIFICACIÓN

 

Primer intento: Se inicia el día 1 de febrero de 1680 siendo  Obispo D. Bernardo Cotoner. A pesar de la buena intención y del nombramiento de D. Bernardino Bauzá y D. Antonio Moll que se encargarían de animar los trabajos en nombre de los Jurados de la ciudad, no pasó de ser un buen deseo.

  

Segundo intento: Se inicia de nuevo en 1697 siendo Obispo D. Pedro de Alagón. Los Jurados nombran ahora a D. Antonio José Mulet, síndico. Se  redacta un cuestionario de 24 artículos para  recoger testimonios. La guerra de sucesión al trono de España y que duró desde 1701 a 1715, paralizó el proceso.

  

Tercer intento: Se inicia en 1775. Interviene el Vicario General Sede Vacante, D. Nicolás de Villalonga. La llegada de las reliquias a Palma había vuelto a reavivar los deseos de ver beatificado a Pedro Borguny. La corporación municipal en pleno, nombra Postulador en Roma al P. Fernando Nualart, sacerdote de la Congregación de la Misión y primer biógrafo del mártir[29]. Para el proceso diocesano es nombrado Postulador el P. Antonio Garcías, C. M., el 15 de septiembre de 1777[30]. Se abre el proceso ordinario y se reúne el Tribunal Eclesiástico para empezar a tomar declaración a los 25 testigos designados. El P. Garcías redacta el cuestionario en lengua de las islas y que  consta de 33 artículos, siguiendo cronológicamente la vida, martirio y fama de martirio[31]. Sólo hay constancia de la declaración de cuatro testigos, uno de ellos, el biznieto de Antonio Già. Se abandona el proceso por un real decreto del 31 de agosto de 1778, en que se suspendían todas las causas de la nación.

Otro problema importante lo constituía la falta de recursos económicos. Por ello, el Ayuntamiento de palma escribía al rey Carlos IV el día 4 de abril de 1803, pidiendo su apoyo para llevar adelante la Causa y solicitando permiso para pedir limosnas en las iglesias de la ciudad y foranes. Interviene favorablemente el Obispo D. Bernardo Nadal y Crespí, mallorquín e influyente en la Corte. El rey contesta favorablemente con un Real Decreto con fecha de 13 de febrero de 1805, invitando, además, a trabajar en serio por el adelantamiento de la beatificación del joven Pedro Borguny.

 

Cuarto intento: El 21 de agosto de 1805, se reúne, por primera vez en la Casa de la Misión de Palma la Junta nombrada por el Ayuntamiento. Se abre de nuevo el proceso. Se nombra como Postulador a D. Antonio Ripoll. Se trabaja seriamente con apoyo real, para el progreso de la causa. En 1806, siendo Obispo D. Bernardo Nadal, se quiere dar un nuevo impulso y se nombra Postulador a D. José Barberi, segundo biógrafo del mártir[32]. El 31 de Agosto de 1807 se suspendieron las reuniones de la Junta para la causa Pía, debido a la inminente guerra de la Independencia. Acabada ésta, se vuelven a reunir el 17de noviembre de 1814 para seguir en el empeño. Se abandona definitivamente en 1836 con la exclaustración del la Congregación de la Misión.

Un último intento y que apenas tuvo eco, se hizo en 1954, con motivo de cumplirse el tercer centenario del martirio, a petición del Superior de la Casa de la Misión de Palma al Excmo. Ayuntamiento de la ciudad.

 

En la historia del Proceso, el Ayuntamiento de Palma  desempeñó  un papel importante,  constituyéndose, desde el principio en promotor y Protector de la Causa Pía. La junta creada para gestionar el Proceso, estaba formada por señores  Jurados de la ciudad, sacerdotes nombrados por el Obispo o Vicario General y Padres de la Congregación de la Misión. Los fondos documentales que existentes en los archivos Municipal, Episcopal y Capitular son de gran importancia a la hora de reasumir la causa. Son una prueba fidedigna de la fama de martirio del joven mallorquín, Pedro Borguny.

 

ALGUNOS SIGNOS ATRIBUÍDOS A LA INTERCESIÓN DE PEDRO BORGUNY.

 

Tantos los biógrafos como las manifestaciones de algunas personas, hablan de favores atribuidos a la intercesión de Pedro Borguny. Sin menoscabo de la prudencia y respeto a la voz de la Iglesia, se traen aquí indicios claros de la fe que muchas personas han depositado en los méritos del joven mártir.

 

FAVORES NARRADOS POR LOS BIÓGRAFOS:

 

P. Fernando Nualart, C. M. Escribe en el cap. XV, página 138: “Sobre varios casos maravillosos y gracias que se refieren obtenidas por intercesión de nuestro Pedro y por La devoción que siempre la han profesado”.

 

  • Refiere la tradición que el día de la muerte de Pedro experimentaron los suyos un extraordinario gozo y que, en el interior de la casa, se observó un resplandor que duró varias horas.

  • Pedro había prometido a Antonio Già que  sería rescatado pronto, que su familia no tendría peligros en la mar y que, le asistiría a la hora de la muerte. Todo esto se verificó, y que, poco antes de morir Antonio Già había visto a Pedro junto a su cama.

  • En embarcación llamada Saetía, donde todos estaban en peligro de morir por una gran borrasca, se salvaron cuando uno de los marineros que llevaba una reliquia del mártir, atándola a una cuerda la acercó al agua y la tormenta cesó.

  • Un bergantín, que se hallaba en medio de otros tres que les atacaban, estaba a punto de ser capturado. El patrón levantó los ojos al cielo invocando el nombre de Pedro; los bergantines desaparecieron.

  • Otros tantos casos como estos sucedieron a muchos marineros. Sus mujeres hacían votos al cielo para que Pedro los protegiera, así como en los momentos de partos difíciles donde era invocado con frecuencia.

 

 

Dr. D. José Barberi dedica el capítulo IV de la biografía  a referir algunos favores que se atribuyen  a la intercesión del Siervo de Dios.

 

  • Es un hecho notorio que cuando estábamos en guerra con los argelinos, todos los marineros pedían embarcar en los navíos patroneados por la familia Già, convencidos en el cumplimiento de la promesa que hizo Borgnuy.

  • Relata uno de los testigos que declararon en 1778: Habiendo salido de Palma Honorato Font con una nave, descubrieron dos galeras de piratas que les perseguían. El patrón sacó las reliquias del mártir y una estampa del mismo, persuadiendo a los marineros a que invocaran el nombre del Pedro. En ese instante mudó el viento y pudieron salvarse, apareciendo al amanecer en un lugar de la isla llamado Bañalbufar.

  • En una batalla marina entre piratas y navegantes, el patrón Antonio Gazá, dijo a los suyos no tener miedo porque llevaba reliquias de Pedro Borguny. Le dispararon varias veces sin llegar a herirle.

  • El Postulador Antonio garcía relató lo siguiente en 1779: Saliendo un barco de Palma se encontró con otro enemigo. El patrón les dijo a los marineros que llevaba la reliquia de Pedro Borguny y que se arrodillasen para pedirle protección y prometió una Misa. Dios los escuchó y regresaron salvos a Palma.

  • Refirió también: Que un señor llamado Bartolomé Nicolau, carpintero, de la parroquia de la Santa Cruz, cayó gravemente enfermo. Viendo una tía suya que los médicos no acertaban a curarle, le dijo al enfermo que invocara a Pedro Borguny y que ofreciera dar el sueldo de una semana para la beatificación. Le puso sobre la cabeza una reliquia y al día siguiente ya estaba bien.

  • El Sr. Jaime Janer C. M. escribió el 25 de noviembre de 1805: En la villa de Artá, Ángela Ferrer hacía 11 años que padecía una enfermedad importante en un ojo con peligro de perderle. Su marido, Miguel Orpí, le dijo que se encomendase al Siervo de Dios Pedro Borguny. Prometió hacer una novena. Aquella misma noche experimentó la mejoría. Los facultativos que la habían asistido quedaron convencidos de que aquello había sido un milagro.

 

La señora María de las Mercedes Mir Mercadal, relató a D. Guillermo Sureda de Armas en diario “ÚLTIMA HORA”, lo siguiente: “Cual mi padre lo hiciera, yo también muchas veces me acerco a esta heredada arca  y le dirijo la palabra como si fuera a oírme y a contestarme. Es que tengo la creencia firmísima de que a la intercesión de Pedro le debo yo muchas cosas

He oído decir que mi nacimiento iba a causar la muerte de mi madre, llevada a tal situación, que le fueron administrados los santos óleos “sub condicione”, por creerla fallecida, mientras mi padre rogaba a Borguny. Ella, de repente habló con voz diáfana: Pedro, estoy perfectamente bien. Por todo ello quisiera ver en los altares a este mártir tan enlazado con mis antepasados”[33]

 

CONCLUSIÓN

 

A partir de 1954 en que Palma rindió homenaje a su paisano en el tercer centenario del martirio, pocas voces se han oído. Cierto es que de cuando en cuando aparece algún articulo de prensa, recordando que la ciudad guarda unas preciosas reliquias y que Pedro Borguny sigue siendo un “Personaje ilustre de Palma”

 

Al presentar esta breve biografía de pedro Borguny, renace el  deseo de que, de una vez por todas, se reasuma el Proceso de Beatificación. En este momento en que celebramos los 350 años de la muerte de San Vicente de Paúl, sería bueno obsequiar al Santo con el recuerdo del joven mallorquín cuya vida le cautivó.

También intenta, esta biografía, rendir homenaje a sus Biógrafos con mayúscula, a todas las personas que figuran en la base documental y que lucharon por llevar a cabo la Causa. Intenta asimismo motivar a quienes pueden hoy, abrir de nuevo la puerta a la bella acción de resaltar los gestos heroicos de amor a Jesucristo. Y quiere, por supuesto, llegar a los jóvenes de hoy, enredados en mil cosas pasajeras, a veces sin rumbo, como lo experimentó el joven Pedro, y susurrarles que siempre se llega a tiempo de amar, que Dios llama a cualquier hora de la vida. Pedro supo llegar a tiempo…

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  • Relatos de: Felipe Le Vacher e Ignacio Vidondo.

  • Actas y protocolos del fondo documental de los archivos: Municipal, Episcopal, Capitular, del Reino y de la Casa Misión, todos en la ciudad de Palma.

  • Biografías de: Fernando Nualart, C. M.; José Barberi, Mauricio Collard, C. M.; José de Oleza.

  • Cinco monografías del certamen literario convocado en palma con motivo del tercer centenario del martirio

  • Oda a la Comedia en honor “Del más dichoso renegado”, anónimo. Abadía de Montserrat.

  • Proceso de Beatificación de Venerable Pedro Borguny, de Lorenzo Pérez Martínez

  • Varios artículos de prensa.

 

 


 

 
 




[1] Archivo Episcopal. “Registro de  Bautismos de Santa Eulalia, años 1628 a 1633, pág. 12”

[2] Idem . “Registro de matrimonios de la parroquia de santa Eulalia”

[3] Idem. “Registro de Confirmaciones de Santa Eulalia, años 1626 a 1638”

[4] Propaganda Fide. “Relato biográfico y martirial del P. Felipe Le Vacher, C.M.”

[5] En esos “baños”, llegaban a morar entre doscientos y trescientos esclavos.

[6] Luis Panauti. “Observaciones sobre las costas de Berbería”. Florencia 1817. Dice el autor, que él lo había experimentado y que no podía explicarlo con palabras.

[7] Máxima autoridad en Argel. Equivalía a un verdadero rey.

[8] San Vicente a la Propaganda Fide en documento fechado en mayo de 1650. Obras Completas, tomo IV, pág 27. Ed. Sígume. Salamanca,1976.

[9] Ignacio Vidondo. “El espejo católico…” lib. II, cap.16.

[10] Obras completas de S. V. de Paul “Carta de Luis XIV AL Bajá de Argel”. Ed. Síguime, Salamanca 1977. Tomo V, pág.612.

[11] Archivo Episcopal de Mallorca. Libro de matrimonios de Santa Eulalia.

[12] Propaganda Fide. “Relato de la vida y martirio”, escrito por el P. Levacher y enviado a Roma en 1655. Ref. África, vol. 248, folios 140 a 15º.

[13] Plaza conquistada a los moros por el Cardenal Arzobispo de Toledo Fr, Francisco Ximénez de Cisneros, gobernador de España, en 1509.

[14] Ignacio Vidondo, Mercedario.”Espejo Católico… “. Publicado en Pamplona en 1658. Biblioteca General de Navarra

[15] Propaganda Fide “Relato del P. Felipe Le Vacher, pág. 147”

[16] El Espejo Católico.. pág. 407

[17] Propaganda Fide. Relato de Felipe Le vacher, pág. 154.

[18] Lugar de reunión y administración de justicia de Argel

[19] El Espejo Católico, Cap VIII, pág 408

[20] Obras completas de S. Vicente. 11 de noviembre de 1657. Ed. Sígueme. Salamanca 1974, pág. 311.

[21] Propaganda Fide. Relato del P. Le Vacher, pág. 155 vº

[22] Calle Call, 7 en la ciudad de Palma

[23] Conf. carta de cesión en el Archivo Municipal del Palma.

[24] Conf. Acta de reconocimiento. ACMP. Y Arch. Municipal

[25] F. Nualart, Biografía, página 140.

[26] Luisa María de Gonzaga, reina de Polonia

[27] Obras completas de San Vicente de Paúl, Ed. Sígueme, Salamanca, 1976. Tomo V, págs. 318-319

[28] Idem.  Salamanca 1974.Tomo XI, págs. 213 a 216.

[29] Vida y Martirio del Siervo de Dios Pedro Borguny martirizado en Argel a los 30 de agosto de 1654. Publicada en Roma en 1780.

[30] Conf. Actas Ayuntamiento de 1777, f. 187 vº

[31] Archivo Episcopal. Cajón de venerables. Causa Pedro Borguny

[32] Vida y Martirio del Siervo de Dios Pedro Borguny, natural de la ciudad de Palma capital de la isla de Mallorca, martirizado en Argel el día 30 de agosto de 1654. Escrita por el Postulador de la causa de Beatificación de dicho Siervo de Dios. Mallorca: Imprenta de Felipe Guasp. Año 1820.

[33] Diario ÚLTIMA HORA”. 18/11/1953, página segunda.

 

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